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Una calabaza creció en un pueblo. Cuando se hizo grande, la calabaza tragaba todo lo que encontraba en su camino. Todos tenían mucho miedo de esta calabaza que comía todo. Todos, personas y animales , tenían miedo y se escondían en cuanto escuchaban le ruido de sus pasos. Ella se paseaba cantando :

« Tunméméré, tunméméré, sagajigi kamelma tunméméré »

Todo el mundo se escapaba a la llegada de la calabaza, todos se escondían, todos tenían miedo. Pero un día, un pequeño carnero dice a su madre : « Hoy, yo respondo al canto de la calabaza ». Su madre le dice que era demasiado pequeño para responderle y le dió una gruesa piedra diciéndole que la rompiese. El pequeño carnero consiguió partirla en dos. Su madre le dice que esperase un poco, quizás otro vez. Algún tiempo después, el pequeño carnero renueva su petición y, su madre, le dá una nueva piedra. Consiguió partirla en varias partes, pero, su madre le encontró, todavía, un poco débil.

Todos los lugareños, hombres como bestias, permanecían escondidos, na, no había nadie quién les pudiese salvarlos de esta asquerosa calabaza. Unos años después, el pequeño carnero dice, una vez más, a su madre : « Ya ha llegado el momento, me encuentro fuerte, voy a responder a su canto ». Su madre le dá una piedra, mucho mayor que las precedentes. El carnero, grande y fuerte, consiguió hacerla añicos. Su madre, satisfecha, le permite responder al canto de la calabaza.

La calabaza extraordinaria, en aquel momento, continuaba su camino, buscando a quien comer. El carnero está listo, escucha a la calabaza canta : « Tunméméré, tunméméré, sagajigi kamelma tuméméré. » En cuanto termina su canto, el carnero le responde : « Tunméméré, tunméméré, sagajigi kamelma, tunméméré, tunméméré ».

La calabaza devoradora, muy enfadada, se dirige a toda prisa hacia el lugar de donde procedía el canto. Canta más fuerte, y el carnero le responde con fuerza. Ahora están uno frente al otro. El carnero da unos cuantos pasos hacia atrás y se lanza a toda velocidad contra la calabaza, dándole un golpe enorme que la rompe como a la piedra, devolviendo todo lo que había comido. Todos aquellos que estaban escondidos salen para agradecer al grande y fuerte carnero.

¡Gracias carnero!: y respondía, ¡Nbaaa!

Respondió tantas veces que perdió su voz y, es, ése Nbaaa , el canto del carnero de nuestros días.

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