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Una señora anciana vivía cerca del pueblo de Buki : la hiena. Tenía una gran manada de ganado vacuno. Buki, la hiena, buscando un artilugio para poder devorar su ganado, mata una perdiz, la ahuma y viene a casa de la señora anciana. Buki, con voz amable le dice : « ¡Buena anciana, te suplico, guárdame esta perdiz, voy de viaje a un pueblo vecino y, no tardaré, demasiado, en volver ! ». Nuestra anciana, sin reflexionar, le contesta : « ¡Hijo, no hay ningún problema, dámela ! »

La hiena se va, la anciana cge la prediz, la deja en su casa y vuelve a salir. He aquí, que estando fuera, su perro se empara de la perdiz de la hiena y la traga. ¡Qué buena ocasión para la hiena !, que vuelve de su viaje al atardecer del mismo día y reclama su perdiz.

La hiena le dice : « ¡Madre, ya estoy aquí, vengo en busca de la perdiz ! »

La anciana le responde : « ¡Mi perro, la ha comido ! »

La hiena replica : « Si tu perro la ha comido, cogeré al perro, en vez de la perdiz ».

La anciana le dice : « Cógelo ». Dicho y hecho. Buki, la hiena, se va con el perro de la anciana para comérselo.

A la mañana siguiente, está de vuelta, diciendo : « ¡Mi perdiz ! »

La anciana, muy extrañada, dice : « Ayer, te dí mi perro para reemplazar a la perdiz y, ¿vuelves, hoy, de nuevo ?

En vez de responder, Buki le enseña : « Puedes coger un buey ». Buki, contentísima, se empara de un buey. Al atardecer de cada día, ocurre la misma escena en casa de la anciana. Así, cada día que pasa, su rebaño disminuye, uno a uno, mientras que Buki, lo festeja con los suyos. El último buey que le queda era más grueso que todos los otros. La anciana, antes de que llegase Buki, le había atado a un árbol y, sentándose, le miraba con sus ojos llenos de lágrimas.

De repente, aparece el rey de la selva ? Viendo a la anciana, le dice : « Madre, ¿por qué tienes los ojos rojos de tanto llorar ? ». Nuestra anciana, le cuenta toda la historia, desde el principio hasta al final.

El león, el rey de la selva, dice : « Desata el buey, y en su lugar, me atas a mí y me escondes ». Dicho y hecho. El rey de la selva estaba al otro lado de la cuerda.

Ese día, Buki, vino tarde, era de noche. Nada más llegar, la anciana le muestra el buey y, antes de decir nada, Buki, muy contenta, desata la cuerda, sin saber lo que había al otro lado de la cuerda, y se vuelve a su casa con rapidez.

En el camino, se encuentra con su amiga Leuk, la liebre. Pero, justo antes de este encuentro, Buki, queriendo verificar su presa, se da la vuelta y, sus ojos, se cruzan con los del rey de la selva. La hiena dice a su amiga la liebre : « Coge la cuerda de mi buey, mientras voy, a aliviarme, vuelvo enseguida ». La liebre se queda con la cuerda y, Buki, aprovecha ese momento para escaparse y reunirse con su familia. Llega cantando :

« ¡He engañado a junpé y le he dado el rey de la selva ! ».

Junpé, la liebre, a su vez, se da cuenta, de que no era un buey. Suelta la cuerda y quiere huir, pero el león le dice : « ¡Cuidado con escaparte! » Llena de miedo, coge de nuevo la cuerda y se va con élla a casa de Buki. Viendo entrar en su casa, junpé Leuk con Waimasa, el león, dice a los suyos : Aquel que se quede en el suelo, es asunto suyo, yo no tengo nada que decir ». Todos dan un salto y se cuelgan al tejado de la casa. El león entra y se pone en cuclillas sin apresurarse.

Al cabo de un tiempo, el más pequeño dice : « ¡Papá, estoy cansado ! » la hiena le dice : « Yo no soy tu padre, está abajo ». El pequeño se deja caer, el león le rompe el cráneo, lo pone de lado y espera. Es el turno del segundo que dice : « ¡Papá, no puedo más ! » « Yo no soy tu padre, está abajo » le responde Buki. Se deja caer y le ocurre lo mismo que a su hermano. Todos los hijos de Buki, van cayendo, uno a uno y, el león los mata a todos. Esta vez, es el turno de la mujer de Buki que dice : « ¡Marido, estoy cansada ! » « ¡Tu marido está abajo, yo no lo soy ! ». No pudiendo más, la señora hiena, se deja caer y va a añadirse a los cadáveres existentes. Buki comienza a sentirse cansado. Dice al rey : « Ya ves que soy muy gruesa, que estoy llena de grasa, si caigo, la grasa va a esparcirse. Coge ceniza para esparcirla, allá, donde voy a caer, así, mi grasa no se esparcirá. Sin reflexionar, el león coge ceniza y la esparce debajo de Buki. Se deja caer sobre la ceniza que llena los ojos de Waimasa, el león. Cuando ha terminado frotarse los ojos, Buki está ya, muy lejos, en la selva. Cuando cayó del techo, se hirió en los riñones y, es esta señal, la que lleva, aún hoy en día. Y, si oye el grito de león, busca refugio immediatamente.

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